Fitzgerald (USA)

Fitzgerald (Estados Unidos)

Crecí en ranchos del Oeste y al pie de las Montañas Rocosas. Mi padre era un hombre de la vieja escuela. El primer cuchillo que me regaló fue un viejo Buck 110. No me habló mucho de él, solo me dijo: «Jon, una herramienta es tu compañera. Necesitas conocer cada marca en ella como las líneas de la palma de tu mano».

Así que lo conocí. Desollé serpientes de cascabel con él, tallé estacas de tienda junto a la fogata y reparé a toda prisa la correa de una silla de montar rota antes de que llegara una ventisca. He sentido la frustración de los cuchillos baratos que se rompen en el peor momento y la confianza silenciosa que da una buena hoja en la mano.

Estas experiencias se convirtieron en parte de mi ser. Sé qué tipo de botón permite abrirlo con un movimiento suave incluso con guantes en una mañana fría; sé qué curva y grosor de hoja permiten destripar piezas de forma limpia y eficiente.

Más tarde, fui a la universidad y estudié ingeniería mecánica. Pero los días que pasaba dibujando planos en una oficina me resultaban sofocantes. Mis manos ansiaban materiales de verdad, no un ratón. Los fines de semana, volvía al garaje y me ponía a trastear con chatarra de acero. Los primeros cuchillos que fabriqué eran horriblemente feos, pero la sensación que tenían en la mano era perfecta.

Empecé a publicar mis diseños en foros de actividades al aire libre. Sin dinero para marketing, tuve que explicar una y otra vez por qué diseñé la parte inferior de la hoja con esa curva, por qué elegí ese mecanismo de bloqueo, por qué el mango usaba micarta con esa forma. Inesperadamente, gente que vivía de la navaja —guías, ganaderos, equipos de búsqueda y rescate— empezó a contactarme. Dijeron: «Oye, Jon, esto que hiciste se siente perfecto en mi mano».

"Queda bien", eso es todo lo que siempre he buscado. Mis diseños no buscan una estética llamativa. Nacen de la necesidad: del sol del desierto, los vientos de la montaña e incontables horas de retroalimentación en el mundo real. Cada diseño de cuchillo se forja con mis manos, mis ojos y mis décadas en el Oeste.

No es solo acero. Es una herramienta. Una compañera. Transmite mi comprensión y respeto por esta tierra.

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